Esta historia, comienza en primavera. Las flores comenzaban a brotar hace casi una semana, sin embargo, este año era distinto a los anteriores, el ambiente se sentía frío y las hojas marchitas. Era lógico, ya que ella no era como antes, algo le había ocurrido. El semestre pasado había logrado verla desde lejos, sin embargo, puedo jurar que su sonrisa se veía mas grande y su risa se oía mas fuerte, su espíritu cálido había desaparecido por completo. Puedo asumir entonces que, definitivamente, algo había pasado.
Ahora llevaba camisas largas que cubrían todo su cuerpo y su sonrisa, que siempre fue hermosa, se sentía vacía. Entendí que algo había sucedido en las vacaciones, y por supuesto, estuve dispuesta a ayudarla. No solo me preocupaba su sonrisa, si no que ahora un ademán de tristeza la acompañaba a todas partes, quizás fue eso lo que me hizo querer acercarme.
Claro que, en ese entonces, no sabía el caos en el que me estaba metiendo. Durante algunos instantes, creí haberla salvado, realmente pensé que ese horrible monstruo no volvería a cruzar su puerta, nunca imaginé lo grande que era la situación y lo imposible que sería sacarla de aquel infierno.
En fin, vengo a contar la historia de como entré en este desastre y cómo ahora también estoy atrapada aquí.
Al terminar la clase fuí a su aula, ella me miró totalmente desinteresada, podría jurar que ni siquiera me vio, pero yo si la vi a ella. Llevaba el pelo tomado y la cara floja, como sin emoción. Esa fue la primera vez que noté en ella ese desinterés, casi por todo. Casi, porque la segunda vez que la vi por los pasillos, entendí que aún quedaba algo de lo que Abril era el semestre pasado. Ella llevaba un libro y lo leía entusiasmada. Eso cambió todo. Supe así, que de esa forma me acercaría a ella.
Para entonces, la biblioteca pública estaba cerrada. Abril no venía de una familia adinerada, por lo que supuse que los libros eran prestados. Tampoco tenía amigos, así que debía de pedirlos en algún lugar. Pasé noches pensando y no llegué a nada, hasta que un día, fuera del colegio, vi que sacaba de su mochila algo escondida, temerosa de que alguien la viera. Era un libro, del cual sobresalía una etiqueta roja de librería, el precio estaba reluciente y el libro totalmente nuevo. No me costó entender que los robaba.
Así fue como me acerqué a ella, con uno de mis libros favoritos de aquel tiempo “Crónica de una muerte anunciada”. Supuse que su tristeza iría acompañada de un gusto por la literatura de suspenso. Y aunque pensé que no escuchaba mis recomendaciones, finalmente creí haberlo logrado cuando la vi de lejos leyendo el libro. Así, poco a poco me adentré en su vida y, sin darme cuenta, dibujé el camino hacia mi propia desgracia.
Creí que llegaba al principio de la verdad cuando comencé a ir a su casa y creí entender lo que sucedía. Su madre. Ella odiaba a Abril. Le gritaba con voz áspera y lejana, no podía siquiera verla a los ojos. Por algún motivo, parecía sentir asco de su hija. A pesar de eso, Abril siempre evadía los maltratos de su madre. Claro que, por más que se esforzara, era evidente el odio que tenía su madre por ella. Junto a ellas vivía el tío de Abril, un señor de pipa y bigotes amarillos. El quería a Abril y era innegable, siempre que su madre la hacía llorar lograba consolarla. Yo también quería a Abril, con todas mis fuerzas, sin embargo no la pude salvar. Sacarla de su pesadilla estaba fuera de mi alcance.
Todo estuvo bien alrededor de cinco meses, donde incluso pude notar que aspectos de ella volvían a aparecer. Hasta que sin aviso previo, comenzó a faltar a clases. Estuve llamándola durante días sin tener el más mínimo indicio de ella. Sin embargo, como sabía donde vivía, fui a visitarla. Abril jamás contestó el timbre. Fueron días donde sentí que no la volvería a ver.
El primero de abril la volví a ver, iba de la mano de su tío y juntos comían un helado, se la veía feliz y aunque mis miedos cesaron, mis dudas eran más grandes que nunca.
Al comenzar mayo regresó a clases, sin embargo, Abril me evitaba más que nunca, tanta fue la negación hacía mí, que no me contestaba estando incluso frente a ella. Abril sabia que no me debía entrometer, de alguna forma, fue ella quien quiso salvarme a mí.
El día de la verdad llego, y puedo jurar que luego de eso, todos los demonios de Abril habitaron junto a mí por siempre.
Estaba tan harta y enfurecida por su desdén, que me colé en su ventana de noche. Quería intentar entender por que hacia como si yo no existiera. Yo había intentado todo, y que ella quisiera negarme de su vida me dolió.
Estaba a punto de entrar por su ventana cuando la vi, acostada bajo las mantas de su cama, dormida de forma y placida, y junto a su velador el libro que le había recomendado hace ya un año. Me dio tanta alegría ese leve detalle que quise correr a abrazarla, pero entonces una sombra entró en su cuarto. Era una sombra grande, horrorosa.
Finalmente logre entender todo: los moretones, la desesperación, el vacío, todo se debía a aquel demonio. La madre solo era otro factor en su miserable vida. La sombra se acercaba a Abril de manera grotesca, parecía feliz de ver a su victima tan plácidamente dormida.
Quise correr, ayudarla e intentar salvarla. Pero entendí que hiciera lo que hiciera no podría detenerlo, puesto que, por desgracia, yo no existía. Solo era producto de la imaginación de Abril. Solo era Abril intentando salvarse a sí misma de su demonio. Finalmente, logré ver lo que se escondía tras la sombra: olor a tabaco, manos rasposas tocando todo mi cuerpo, y ese rostro… un rostro tan familiar.
(*) El texto corresponde al Segundo Lugar (empate) de la Categoría B del certamen, comprendiendo a alumnos de entre 2o Medio a 4o Medio del colegio.