Por María Luz Crevoisier, desde Lima, Perú.
Aunque en su intenso recorrido desde Venezuela a Chile el árbol de huarango (o guarango) toma varios nombres, es un verdadero y orgulloso hijo del continente americano. Bajo la nominación de vainillo, espino, tara o taya es en el departamento peruano de Ica (ubicado al sur de ese país) en donde se asienta y reina revestido de divinidad.
Los desiertos de esta zona peruana se han poblado de hermosos ejemplares de guarango desde aquellos días en que los artistas de la cultura Paracas utilizan su tronco para convertirlo en hermosos tallados y su resina o tinta como materia para fortalecer y dar color sepia a los tejidos que hacen.
Considerado como un semi dios, los nazcas no dudan en plasmarlo en las pampas junto con el candelabro, la araña, el mono y el colibrí. Es tan completo, que el árbol posee también propiedades curativas y ayuda a prevenir las caries. Su nombre deriva del quechua waranka (mil) y de ahí que se llame huarango, es decir, que dura mil años.
El título de esta entrevista bien podría ser “La tinta del huarango le pone color al lenguaje pictórico», con un claro guiño poético gongorista (del lírico español Luis de Góngora). Queremos indagar cómo la resina de este árbol sagrado hace un potente aporte artístico. Así como los versos de la lírica, que con pequeños trozos sueltos van componiendo un gran poema.
Así como la tinta del árbol peruano se usa en la creación artística desde tiempos pretéritos, en las horas de la comunicación virtual es intensamente rescatada por el artista ayacuchano Dante Guevara Bendezú, afincado en las dunas de Ica a partir del año 1990.
Cuando Guevara descubre las maravillosas virtudes de la resina, no duda en aplicarlas en sus nuevos trabajos, desarrollando hermosos paisajes con color y aroma de tierra. Con el paso del tiempo el trabajo pictórico se oscurece, otorgándole a la obra nuevas tonalidades.
Guevara estudia en la Escuela Superior de Arte y Pintura Esfap Sérvulo Gutiérrez entre los años 2009 y 2012. Al interesarse en las culturas y costumbres de diferentes pueblos, también profundiza estudios en talleres particulares de Lima y en el Valle Sagrado de los Incas (Cusco).
No contento con esto, estudia cerámica en la provincia de Nazca y años antes había tomado cursos de Caricatura en Ica. Antes de la pandemia cancela todos sus proyectos y en la hermosa laguna de Huacachina, de la citada zona peruana, se dedica a hacer un mural. Allí la leyenda cuenta que una mujer enamorada llora la muerte del amado con tanta pena, que sus lágrimas se hacen agua y el agua forma la laguna, un encantador oasis de verdes contornos.
Interesado en una dinámica ecológica, Dante Guevara utiliza la resina del huarango también con el compromiso de preservar y reforestar la especie.
¿Cómo descubriste la resina del huarango y qué cualidades aplicables a la pintura y los dibujos te llaman más la atención?
– Esta resina siempre ha estado cerca de mi vida. En una etapa infantil, mi bisabuelo Preseliano Espinoza -textilero en el sur de la Región de Ayacucho- utiliza los medios naturales para teñir lana y algodón; entre los ingredientes destaca la resina y raíz de huarango para los marrones, así como el nogal. Luego, ya más adulto, es Alberto Benavides Ganosa quien me comparte la fórmula de hacer una tinta casera de la resina de huarango según los escritos de las crónicas del sacerdote mexicano Bernabé Cobo, naturista, quien en el siglo XVII nota que los iqueños del Hanan y Hurin Yca usan la tinta que, a su vez, es una herencia por generaciones.
El arqueólogo peruano Julio C. Tello menciona que la civilización paracas usa las propiedades del huarango en su dieta y medicina, dejando la resina para el teñido textil desde el año 600 a.C. La tinta se utiliza hasta la época de la colonia, aunque va desapareciendo. Luego me he ido enterando de que aún hoy se utiliza en medicina en la región altoandina; de hecho, mi tío Jesús Oré Bendezú lo aplica para combatir caries y fortalecer los dientes, además de usarlo para los licores en macerado por sus grandiosas bondades en favor de una buena salud. De allí es que opto por hacer uso de ella para realizar mis composiciones en una gama muy amplia a partir del color sepia.
La naturaleza de la resina tiene grandes bondades para el dibujo: puede usarse muy bien tipo acuarela, adelgazando las gamas con agua destilada o a la pluma, además de mostrar un acabado brillante al secar sobre la superficie porque arrastra cuerpo de resina, generándole mayor plasticidad y soltura. Otra característica es que mientras pasa el tiempo la tinta se fija mucho sobre el soporte, oscureciéndose un poco más brindando así un carácter de marrón a la composición ejecutada.
Esta planta nacida en el continente americano tiene diferentes nombres, de acuerdo a las regiones en donde aparece. Desde Venezuela a Chile. Sin embargo, no tenemos noticias de que otras culturas -aparte de los Paracas- la hayan usado en sus diferentes manifestaciones artísticas. ¿Pudo haber sido así?
– El huarango como árbol es muy auténtico y un primo hermano del algarrobo se le conoce como Prosopis Limensis, mientras que el algarrobo o algarroba es Prosopis Pallida, aunque al menos hace unos años era el mismo. Todos pertenecen a la familia Mimosaceae. Sin embargo, estudios recientes nos indican que tienen diferencias, especialmente por el tipo de morfología en los troncos y cierto comportamiento sobre las cimas de las dunas, siendo mucho mas rastreros que erguidos.
He elaborado tinta de huarango y algarrobo norteño para diferenciar las propiedades: el algarrobo es aceitoso, dando para cera al momento del preparado; y los sepias del huarango son bellísimos, como la gama de lacas en el caso de los óleos. En todo sentido, estos datos son muy importantes. Y por supuesto me gustaría encontrar huarangos en las franjas costeras del hermano país de Chile, para realizar y enseñarles a considerar esa tinta para el arte.
Sobre otras referencias del antiguo Perú, los Nascas en el 300 d.C. usan la resina del huarango en la cristalización interior de elementos como mates de calabaza ceremoniales, además de unos pinceles de cabello humano. Se trata de importantes pruebas en torno a que el árbol ha sido valorizado en el desarrollo de los antiguos pobladores. Se han encontrado también bellos mantos y gasas de los Chinchay, los Tacaracas en Ica y un hermoso geoglifo en homenaje al huarango en las pampas de El Ingenio, provincia de Nazca, y por qué no hacer un análisis en la cultura Moche, contemporánea de los Nazcas.
¿Cuáles han sido los resultados más importantes de tu trabajo con la resina del huarango?
– Llevo doce años en el tratamiento de esta tinta y brevemente puedo anotar que la formula del padre Bernabé Cobo es un apunte muy importante. Bajo ese régimen eso sí la tinta se comporta muy bien para letras o dibujos a la pluma, porque mientras pasan los meses la oxidación hace que el tono se oscurezca sobre hojas de papel o telas. Ese fue un primer problema que tuve que afrontar: se perdía la escala tonal de mis dibujos en aguadas con la tinta, por lo mismo luego pude paralizar la oxidación a modo natural, aplicando ciertos conocimientos de preparación de tintes para teñir lana y algodón. Actualmente, realizo a modo artesanal para mi taller una tinta de acabado satinado y mate, también separo los tintes por tipos de suelo, es decir, si provienen de lugares arenosos, arcillosos o pedregosos.
¿Cuántas exposiciones has realizado con el tratamiento de la resina?
– Ya son cinco de obras con tinta de huarango y más de cuarenta workshop dentro y fuera de Perú, como en Porto Alegre y Sao Paulo, en Brasil; Quito y Loja, en Ecuador; Bogotá, en Colombia; Guerrero, en México; Ohio, Washington D.C. en Estados Unidos; Córdoba y Buenos Aires, en Argentina.
¿Has formado una escuela a partir de lo que aprendes?
– He llevado la tinta de huarango a concursos, he viabilizado este atractivo elemento natural a través de asociaciones y en la Escuela de Bellas Artes de Ica, donde muchos colegas artistas han tomado empeño para abrirse un nuevo camino con esta resina, obteniendo resultados muy interesantes. Mi satisfacción es que lo conozcan, prueben y sigan difundiendo; que la tinta sea una técnica que caracterice a la escuela artística en la que me formé como profesional, idea comparida con Alberto Benavides Ganosa. Por el momento, domino su uso en las fusiones de técnicas tomadas en cuenta por mi bisabuelo y lo escrito por Bernabé Cobo. Cuando publique mi libro autobiográfico, voy a compartir también el método de preparación y cuidados, la idea es lanzarlo cuando cumpla 25 años de artista plástico y visual. Eso es en el 2027.
En medio de todo retomas la técnica del óleo, ¿es cómo volver a tus inicios?
– Lo he hecho porque es inconmensurable seguir conteniendo tanto color dentro de mí. Gracias a estos paisajes que veo casi todos los días en los múltiples ocasos y el alba en una romántica y apasionante penumbra que me ha provocado entregarme al color y empaste, mientras voy macerando mis tintes para explotar con esa fuerza del agua sobre mis lienzos y alzar vuelo con el color de la Madre Tierra. Siempre recuerdo que Picasso mencionó que el artista debe dominar las técnicas de su tiempo y si no existen también las puede crear. En rigor, cada técnica despierta algo más de mi subconsciente, que no es más ni menos que la exploración del universo del ser humano a través de mis obras. Casi siempre me veo como un huarango, retratado de puros colores cálidos de contrastes fuertes y acentos bien marcados por el impacto del sol esperanzador.
Toda tu motivación la encuentras en el paisaje iqueño, ¿has pensado incursionar con otros motivos?
– Lo que siempre retrato son los paisajes dentro de mi paisaje. Es una apreciación de lenguaje propio y, especialmente, soy uno de los pocos artistas que goza de versatilidad: las técnicas que domino me conllevan a plasmar modos de estación secuencial, pero con mi esencia de trazos, colores y empastes ya bien leídos en los diversos soportes, me permiten llegar a un mundo mucho más puro, a los temas de inspiración ancestral e iconográfico. En ese sentido siento mucho orgullo por el enorme valor de comunicación espacial que inspiran, como las enigmáticas líneas y geoglifos de las pampas de El Ingenio, comúnmente llamadas «Líneas de Nasca».
Algo que no comparto porque me atraen menos son los temas más políticos, soy un romántico de la arqueología, la historia, la biología, la literatura y el naturismo. Mis obras bien pueden ser consideradas como poemas y poesías hechas pinturas.
¿Piensas exponer en Chile también?
– Estoy seguro de que llegará el momento en su tiempo propicio, no tengo prisa: lo que salga primero será y muy gustoso de llevar esta parte de aporte a las artes plásticas visuales en tiempos contemporáneos que vivimos como Latinoamérica.