En los jardines del ex Congreso Nacional -donde actualmente funciona la Convención Constitucional- monumentos y campanas recuerdan a las víctimas del gran incendio de la iglesia de La Compañía, que se ubicaba en ese terreno, ocurrido en 1863 y que costó la vida a más de 2.000 personas. Desde este lugar marcado por uno de los hechos más dramáticos de la historia nacional, un sitio sacralizado por el dolor y la muerte, hoy día se abre un camino de esperanza.
El lugar-barrio que rodea al edificio del ex parlamento es -evidentemente- un territorio de gran relevancia para el país, que ha jugado un rol crucial en la historia nacional. Antaño, al igual que hoy, allí se han bosquejado proyectos y modelos de sociedad que han marcado el devenir de las personas que viven en esta larga y angosta faja de tierra, incluso antes de que se llamara Chile.
Aunque suelen ser usados como sinónimos, espacio y lugar son conceptos que tienen significados distintos. Según la mirada de la antropología y la geografía, cuando se habla de espacio se alude a la condición física y material de una zona o recinto. En cambio, la noción de lugar hace referencia a su dimensión simbólica, que se construye a través de las relaciones sociales que tejen sus habitantes y que lo cargan de identidad, significado cultural y memoria.
Así, desde esta perspectiva, es importante anotar algunos aspectos trascendentes del sector en el que desarrolla su tarea la Convención Constitucional. Por la calle Bandera, a un costado de la antigua sede del poder legislativo, transcurría el Camino del Inca. Por esta vía arribaban los conquistadores incas que levantaron en el valle del Mapocho un centro administrativo y ceremonial, desde el cual se regían los destinos de esta comarca sureña del Tahuantinsuyo, según han revelado investigaciones arqueológicas recientes.
Este orden social precolonial fue destruido con la llegada de los españoles y la fundación de Santiago de la Nueva Extremadura por parte de Pedro de Valdivia. Curiosamente, en la actual esquina de Compañía y Bandera se emplaza el lugar que conserva el legado ancestral de las culturas originarias, como es el Museo Precolombino.
Siglos después de la fundación de Santiago, la calle Bandera vuelve a tener un importante significado simbólico, asociado esta vez al proyecto decimonónico de la naciente República de Chile. En esa arteria se ubicaba la tienda de banderas de Pedro Chacón y Morales, abuelo de Arturo Prat, quien hacia el año 1817 izaba el pabellón nacional cada vez que ocurría una victoria independentista. De esta manera se popularizó el nombre de esta arteria capitalina y además se instaló en el imaginario colectivo la bandera como encarnación de la patria, junto al escudo y el himno nacional.
Los alrededores del ex Congreso -en tanto- están plagados de edificios que albergan instituciones que han tenido un papel central en la trayectoria republicana de Chile, con todas sus luces y sus sombras.
En el ingreso al sector, por Bandera con Alameda, se ubica el Club de la Unión, lugar privilegiado de socialización de las élites y donde, en medio de una fastuosa gastronomía, se fraguaron operaciones y estratagemas políticas que definieron el acontecer nacional; unos pasos más al norte encontramos la Bolsa de Comercio, el principal centro financiero chileno, testigo y protagonista de épocas de bonanza y crisis económica; y en Compañía, entre Bandera y Morandé, se emplaza el Palacio de los Tribunales de Justicia, en cuyas salas se han decidido casos judiciales emblemáticos de la historia del país.
Como se ve, este sector del centro de Santiago es mucho más que un espacio físico, es un lugar con hondos significados para las y los chilenos, desde el cual hemos generado nuestra identidad y sueños colectivos. Hoy es, además, un paseo cosmopolita de arte urbano.
Es en este barrio, entonces, que por estos días se diseña un nuevo proyecto de país. Esperamos que la Comisión de Armonización de la Convención logre consensuar un texto que, si se aprueba en el plebiscito de salida, contribuya a sentar las bases de un Chile que no sea sólo un espacio de progreso material, sino que también un lugar donde se pueda desarrollar una convivencia más armónica, justa y solidaria entre todas y todos sus habitantes.
(*) El autor es académico de la Universidad Católica Silva Henríquez, autor del blog Patrimonio y Arte
*** Foto principal tomada desde sitio web CircuitosInclusivos.GobiernoSantiago.cl