Por María Luz Crevoisier, desde Lima, Perú.
Eros y thanatos han ido juntos desde el principio de los tiempos. A veces uno se sobrepone al otro, pero Eros siempre prevalece bajo formas sutiles, diversas y espontáneas, como algo mágico y simbolizando el principio de la vida. La historia visual lo representa -primero- a través de símbolos para darle -luego- una presencia concreta, mostrando el sentimiento de complacencia erótica que es parte de su esencia.
Las Venus del Paleolítico, como la famosa Venus de Willendorf, si bien constituyen una manifestación de lo importante que fue para aquellos primeros humanos la maternidad, inicia también un concepto estético que se va desarrollando a medida que se organiza la sociedad humana. Seguramente para esos primitivos artistas, el ideal de mujer era así: mucha protuberancia por todas partes.
Siglos posteriores, Eros adquiere una dimensión más compleja al mostrar escenas que ya nada tienen que ver con la maternidad o el principio de vida, sino más bien con las fantasías de hombres y mujeres que lo adoptan como una forma de vida. Ahí están, como ejemplos, los frescos eróticos de Egipto, Grecia, Roma y Pompeya en los que se muestran -además- la creatividad y el talento de sus artistas.
En la Edad Media, y especialmente en el Renacimiento, se desarrolla una escuela de diversas manifestaciones como la pintura y la escultura, de la mano de grandes maestros como Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Rafael y Mategna, que llegan a la mismísima Capilla Sixtina, el mejor espacio de ese tiempo para dejar el arte a la posteridad. Arte influido por el clasicismo griego en el que prima el desnudo y los simbolismos del toro, el cisne (recordemos el famoso cuadro «Leda y el Cisne» de Da Vinci) y la serpiente.
La mujer empieza a tomar fuerza erótica, como lo vemos en la Beatriz de Dante o la Laura de Petrarca y en la poesía de Vittoria Cologna. Las portadas de las iglesias europeas reciben esculturas y gárgolas eróticas, como lo vemos en Notre Dame o en la Linja de la Seda en Valencia.
Erotismo en Indo-América, filosofía erótica y pornografía
Las culturas originarias rindieron homenaje a la procreación humana, que simbolizaba -a su vez- la expresión de la naturaleza en la siembra y la cosecha. Panteístas como fueron, no podían desligarse de esta unidad y la fertilidad era representada con el culto al órgano masculino de reproducción. Los famosos huacos eróticos son un ejemplo de la importancia que la cultura mochica, asentada en las costas peruanas, da a la sexualidad humana.
El culto fálico también se expresa en Mesoamérica con los mayas, tal como lo evidencian las representaciones escultóricas de Uxmal, Tulum, Xcaret, Uxkintok y Chichen Itzá.
Ya más entrados en épocas contemporáneas, los especialistas han dado su propio concepto respecto al erotismo y a la pornografía. La filósofa italiana Michela Marzano, por ejemplo, manifiesta en su trabajo «La pornografía o el agotamiento del deseo» (2006) que las representaciones «porno» más bien contribuyen al deterioro mismo de la idea del ser humano, transformando al individuo y su cuerpo en un mero «pedazo de carne disponible».
El reconocido y analizado neurólogo austríaco Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, liga la sexualidad a dos dinámicas dialécticas y siempre presentes: el Eros como pulsión de vida y el Thanatos como pulsión de muerte.
Los tiempos modernos han profundizado las expresiones eróticas, saltando también a expresiones más contemporáneas como el las publicaciones masivas en papel, el cine y -por cierto- la web.
De todas estas fuentes citadas -y muchas otras, por cierto- se nutre el escultor y dibujante limeño José Carlos Vargas (1976) cultivando su camino de intensos valores estéticos. El artista visual aprovechó la pandemia para retomar algo que le daba vueltas desde sus años de estudio: el dibujo con fuente de inspiración erótica.
Su idea es reflexionar sobre el tema hoy, en tiempos de grandes industrias culturales, en horas de un gran desarrollo digital y con intenso acceso a internet. Según propio reconocimiento, Vargas decide sacar este proyecto «del baúl de la procastinación» para trabajarlo con dedicación, teniendo como norte una exposición abierta de esa línea de trabajo.
«Apuesto por ese arte irreverente, que abra puertas»
En conversación con Cultura y Tendencias, Vargas -quien acaba de participar en una gran muestra creativa peruana llamada «Maravillarte»- subraya que «hay arte para cada público y, para mí, lo esencial es que el arte debe ser honesto». Comenta que la serie de dibujos en los que trabaja corresponden a algo que quiere hacer hace tiempo: «Tal vez pueda parecer algo muy osado, pero quizás no tanto en estos tiempos».
¿Cómo llegas al dibujo erótico, cuándo te decidiste por este tipo de creatividad?
Siempre me ha gustado el dibujo, desde niño; diría -incluso- que antes de la escultura. En rigor, sea en la técnica que seam lo que me fascina es contar historias. Esta línea de dibujos eróticos parte desde hace un buen tiempo en verdad, creo que desde mis años de formación en bellas artes. Siempre utilizaba al modelo como pretexto o punto de partida y luego le iba agregando cosas. O iba idealizando la fugura de acuerdo a lo que me sugería la pose del modelo. Años más tarde la pandemia me animó a sacar este proyecto del baúl de la procastinación.
¿A qué apuntas con este tipo de dibujos, en los que surge una cierta relación con la cultura «manga»?
Pienso que la labor del artista es trabajar porque es en el proceso mismo que uno va encontrando cosas. La dinámica del arte no es ponerse parámetros y uno va tomando de uno o de otro artista aspectos que llaman la atención o que interesa profundizar, influencias que quizás -a primera vista- no tengan nada que ver con lo tuyo, pero lo cierto es que así es como uno se va retroalimentando. En cuanto a lo de la «manga» tal vez forme parte de ese camino que te comento y de manera inconsciente se vaya sumando como influencia, no lo sé en realidad. Siendo honesto creo que la primera gran inspiración en esta línea son las ilustraciones del peruano Boris Vallejo, recuerdo unas laminillas que se vendían en las afueras de la escuela, tiempos -por cierto- en los que no existía internet.
Has dicho que para las escenas escultóricas que trabajas, tus modelos son puramente imaginarios. ¿Cómo funciona eso en el dibujo erótico?
-Me valgo de una idea que transita en mi cabeza, de ahí paso a los apuntes y -si es necesario- recurro al modelo para solucionar puntos específicos. Me ha pasado en escultura, pero -claro- no siempre es posible volver al modelo o tenerlo en frente todo el tiempo. Lo que sí creo es que el modelo funciona como nuestro gran maestro, es siempre necesario como material de estudio y aprendizaje; pero como aspecto creativo, prefiero que prevalezca mi imaginación. Hay que pensar que un modelo específico puede ser una gran inspiración, pero -a su vez- una gran limitante.
¿Y qué pasa con el público en este tipo de arte? ¿Estás pensando exponer tus dibujos?
– Hay arte para cada público, en realidad. Para mí, lo esencial es que el arte debe ser honesto. Estos dibujos eróticos corresponden a algo que quiero hacer hace mucho tiempo. Mezclar personajes de cuentos de Disney con féminas eróticas, por ejemplo, que tal vez pueda parecer algo muy osado, pero quizás no tanto en estos tiempos. Apuesto por ese arte irreverente, que abra puertas.
Creo que siempre una cosa te lleva a otra ¿Qué vendrá después? Algo diferente, de seguro. Con el tiempo uno va desarrollando técnicas y tu visión de las cosas también cambia. Pero aunque técnicamente me considero de la escuela antigua, lo cierto es que valerme de una fotografía para desarrollar mi arte no siento que sea mi camino. Prefiero hurgar en mi imaginario. Con respecto a exponer estos trabajos, efectivamente ya hay una agenda conversada.
**** Las fotos de los dibujos pertenecen a Ronald Rivera Francia