Día Internacional del Trabajo Doméstico: El profundo valor de los socialmente invisible

(*) María José Escudero

El trabajo doméstico y de cuidados sigue teniendo rostro de mujer, lo que aumenta la brecha de género porque dificulta las condiciones de acceso y permanencia en la educación, en lo laboral y en lo social.

Sigue siendo invisible, aunque de éste dependa en gran medida nuestra sostenibilidad y el desarrollo de nuestras sociedades. Y sigue siendo desigual, porque no se presenta de la misma forma para quienes tienen un mayor poder adquisitivo versus quienes no reciben ayuda externa.

Por ello es que tiene lógica que el Día Internacional del Trabajo Doméstico -que se conmemora cada 22 de julio- sea una efeméride surgida durante el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado el año 1983.

Aunque se crea que hemos avanzado enormemente en equidad, lo cierto es que no es suficiente: todo nos indica que el hogar y el cuidado siguen siendo “temas de mujeres”, por tanto, hablamos de un problema de género.

No hay más que hacer el ejercicio y ver qué pasa en cada familia, converse con sus vecinas. Muchas de ellas trabajan, pero tienen barreras para crecer en sus empleos, ya que el tiempo no alcanza entre las labores externas, de la casa y de la crianza de sus hijos(as).

Algunas no pueden seguir trabajando, otras no pueden seguir estudiando. Y así, pueden encontrarse cientos de casos que -con sus particularidades- se vuelven relatos colectivos, posibles de ver en los programas que realizamos como fundación a lo largo de Chile. Estrés, agotamiento, falta de redes, sensación de abandono, deterioro de la salud mental y postergación son aspectos que se repiten en el relato de mujeres cuidadoras.

Imagen de Florencia Salto – tomada desde sitio web de RioNegro.com.ar

El informe “¿Cuánto aportamos al PIB? Primer Estudio Nacional de Valoración Económica del Trabajo Doméstico y de Cuidado No Remunerado en Chile”, realizado por Comunidad Mujer, estima que el valor del cuidado y del trabajo doméstico no remunerado en Chile se ubica en los $44 billones anuales y que un 67% de la cifra es aportado por mujeres.

La “Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional” (Casen 2017) indica que en Chile hay más de 670.000 personas en situación de dependencia, de las cuales casi 500.000 cuentan con alguna persona cuidadora “informal” y -en general- no remunerada. El mismo estudio indica que el 80% de las personas mayores con dependencia tienen como cuidadora principal a una mujer.

Por su parte, la Encuesta de Uso Nacional de Tiempo (Enut 2015), del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), muestra que entre las personas con ocupación laboral las mujeres destinan 5,85 horas diarias a trabajos no remunerados, mientras que los hombres desarrollan ese tipo de tareas durante 2,85 horas.

Y eso que aún no sabíamos que vendría una pandemia que nos tendría, a muchas y muchos, confinados en nuestros hogares por prácticamente dos años.

La anhelada equidad de género es un tema que nos compete a todas y todos. Las cuidadoras nos necesitan ya. El llamado es tanto al sector público como al privado para seguir trabajando en cerrar brechas y -de forma definitiva- cuidar a las que cuidan.

Es urgente que el gobierno priorice el Sistema Nacional de Cuidados, de manera que éste se haga cargo de esta profunda problemática . Y que -en paralelo- se generen nuevas políticas públicas que fomentan la corresponsabilidad y la conciliación en nuestra sociedad.

 

(*) La autora es co fundadora y directora de Incidencia y Desarrollo de Fundación Ronda

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