
Alex Pereira (*)
Abrir el camino para que micro emprendedor@s puedan crecer y rentabilizar sus esfuerzos, beneficiando así a sus hogares y -por ende- a la economía de un país. Esa es la principal importancia de la inclusión financiera.
¿Cómo se logra? El primer paso es tener acceso a una cuenta bancaria con la que las personas reciban, envíen y guarden dinero.
Aunque suena simple, lo cierto es que el sector financiero tradicional hasta hace muy poco era altamente dependiente de infraestructuras físicas, por lo que su crecimiento y acceso al público dependía de sucursales o corresponsalías.
En la actualidad siguen siendo miles de millones quienes en el mundo no acceden a servicios financieros básicos que les permita beneficiarse de la economía digital.
Entre las principales limitaciones se cuentan problemas de tipo físico para las zonas rurales, como la conectividad a internet, o la ausencia de productos afines a sus perfiles. También la falta de una adecuada capacitación para acceder a este tipo de herramientas.
Definida como la habilidad que tiene la población de usar productos y servicios financieros que atienden sus necesidades -como, por ejemplo, el uso de sistemas de pagos y cobranzas, canales para ahorros e inversiones y el acceso a créditos y seguros- la inclusión financiera puede cerrar las bechas existentes gracias a los adelantos que brinda la tecnología.
En ese sentido, novedosos servicios digitales permiten integrar a todas aquellas personas que, por razones de nivel de ingresos o conocimientos, quedan fuera del mercado tradicional. Hoy estos segmentos tienen la oportunidad de “bancarizarse” con novedosos servicios.
Sin embargo, todo esto requiere un adecuado proceso de educación financiera. La OECD define este concepto de manera clara: proceso mediante el cual los consumidores de servicios financieros mejoran su comprensión de los productos, definiciones y riesgos mediante información, instrucción y/o asesoramiento objetivo, desarrollando habilidades y confianza para ser más conscientes de las oportunidades financieras, tomando decisiones informadas, sabiendo dónde acudir en busca de ayuda y tomar otras medidas eficaces para mejorar su bienestar financiero.
Considerando este punto, garantizar que las personas tengan acceso a una cuenta bancaria es y seguirá siendo una esfera de interés para todo el mundo. De hecho, son muchas las personas que en la actualidad buscan una tarjeta de crédito o débito; y se observa que, al desatender ciertos segmentos de mercado, las entidades financieras tradicionales les han abierto oportunidades a las empresas FinTech, en particular aquellas que por medio de tarjetas de débito o prepago, abordan el tema de la inclusión financiera.
Chile es uno de los países con mayor tenencia de tarjetas de débito (97,8%), crédito (71,8%) y prepago (37,3%) entre las naciones bancarizadas, según el XI Informe de Tendencias de Medios de Pago presentado por Minsait Payments.
Las tarjetas de prepago constituyen el primer paso de muchas personas que hoy no tienen acceso al sistema bancario. Funcionando y operando de manera muy similar a una cuenta bancaria, surgen como una de las mejores opciones para avanzar en la inclusión financiera.
Se trata de un gran inicio para la bancarización, dando acceso a muchos más servicios que una cuenta vista. Es posible ahorrar, realizar pagos frecuentes, tener acceso a seguros y pagar servicios, actuando como un importante motor de inclusión financiera.
(*) Alex Pereira es CEO de PMI Américas