Libro “Inacabada”: Una historia de transformación, duelo y tránsito

“Si cerraba lo ojos y respiraba con calma sentía cómo su versión anterior disminuía ante la nueva que estaba apareciendo”. Con esta idea fuerza del “presente afectado por el pasado”, la autora Ariel Florencia Richards nos adentra a “Inacabada” (del sello Alfaguara), la historia de un hombre que transita por una vía sin retorno para existir como la mujer que realmente es. Por supuesto, a eso se suma el duelo constante por dejar morir a quien era. 

Juana, la protagonista, es una profesional que se dedica al estudio de las obras de arte inconclusas, esas piezas empezadas pero abandonadas sin terminar: por descarte, por muerte del o la artista o por ser un trabajo a medio hacer. La gran mayoría son consideradas fallidas y no se exhiben en los museos. Para Juana, sin embargo, “son obras subversivas porque rechazan transformarse en algo concluido”. 

El relato expresa con pasión una mezcla bien acabada de realidad, ficción y vocación profesional, a través de constantes referencias a artistas, sus piezas y sus ideas sobre lo que denomina “la agonía de lo acabado”. Al parecer, al igual que las piezas guardadas en las bodegas de los museos, Juana también está inacabada en su tránsito hacia un género que le es esquivo durante 37 años, pero al que avanza decidida. 

“Transitar es la única manera de no morir”, reflexiona la protagonista porque entiende que es un “desplazamiento permanente” en varios sentidos, siendo uno de los más complejos la honestidad de ser sí misma pues -muchas veces- ese camino hiere a quienes más se ama. La obra hace constantes análisis a lo que implica tomar esa opción, en planos tan sensibles como el humano, el profesional y el familiar.

La primera piedra

Pero vivir una vida que no es la real trae consigo pena, soledad y frustración por la constante “ausencia de la presencia” . Y en ese contexto, morir es -ciertamente- “una posibilidad de descanso”.   

Ariel Florencia Richards

Ariel Florencia Richards

De ahí la importancia de obras como “Inacabada”. Una historia honesta, que avanza, que está bien escrita e invita a leer porque, como dice su autora en el prólogo: “Las palabras que pronunciamos -que performamos y escribimos-, nos permiten comunicar quiénes somos. En este sentido, el lenguaje nos da la posibilidad de cambiar”.

“Inacabada” no es sólo la historia de Juana, es una reflexión potente sobre lo que está inconcluso y se tiene la valentía para enfrentar y cambiar.  

Por supuesto es posible extender ese análisis a otro ámbitos. Un ejemplo claro es la sociedad chilena que vive en un constante acto inacabado: la gran mayoría de su población “no llega” a fin de mes; no existe justicia social ni de la otra; niñas y niños crecen cada vez más solos porque sus padres -si es que hay dos- viven para trabajar; resulta casi imposible -para la gran mayoría- acceder a un techo propio; muy pocos sienten empatía por el otro; y -lo peor de todo- un lugar donde lo descrito anteriormente puede cambiar, pero se rechaza.

¿Quién es capaz de juzgar a Juana? Que arroje la primera piedra la persona que se sienta “terminada”, sin una carencia mental, física o emocional. Lo mejor de todo es que -siendo optimistas- el tránsito  emprendido por Juana es inevitable, va a ser completado. Y que por la inquietud y potencia que ofrece, “Inacabada” es una obra muy bien concluida. 

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