Desde pequeña, la argentina María Gabriela Epumer muestra una muy marcada inclinación musical, seguramente influida por una familia estrechamente vinculada con el arte.
Ya a los 16 años sorprende a todos por sus excelentes ejecuciones guitarra en mano, acompañando a María Rosa Yorio, una de la primeras mujeres que hace rock en Argentina y que por aquel entonces es pareja de Charly García.
Epumer toca muy bien la guitarra, pero lo hace con los ojos cerrados. Le da vergüenza enfrentarse a la gente, sean multitudes o un grupo reducido. Y para colmo de casualidades, el primer disco que graba junto a Yorio se llama -precisamente- “Con los ojos cerrados” (1980).
Luego de la guerra de las Malvinas, a mediados de los años 80, se produce un movimiento muy especial alrededor del rock en Argentina. Mientras la dictadura militar prohíbe la música en inglés en las radios, los grupos locales pueden tocar libremente.
Música sofisticada y con letras pegadizas
Mientras algunos aprovechan esa ventana que se abre en los 80 para desempolvar sus discos de antaño, los músicos jóvenes ven el momento como una buena posibilidad de desarrollar sus proyectos. Junto con otras tres chicas, Epumer encabeza una agrupación que en su nombre ya anuncia novedades: Viuda e hijas de Roque Enroll.
Se trata de la primera banda rock-pop en la historia trasandina formada íntegramente por mujeres, aunque la propia Epumer junto a Claudia Sinesi y Andrea Álvarez forman antes el grupo Rouge, más cercano al jazz. Cuando se transforman en las Viudas (como fueron conocidas), Sinesi en el bajo, Claudia Rufinatti en teclados, Mavy Díaz en voz y Epumer en guitarras y composición, la fama les llega con una fuerza inusitada entre 1983 y 1988.
La temática del grupo apunta a un público joven y marcha sobre la línea que trazan propuestas como las de Virus en una primera etapa y Los Twist, entre otros: música sofisticada, una clara propuesta estética, lúdica, bailable y con letras más bien pegadizas que poéticas.
Con este grupo, Epumer se hace conocida en cada rincón del país. Sus temas más famosos son las versiones en castellano de “Bikini a lunares amarillos” y “Lolly pop”, junto a otros de su propia autoría como “Estoy tocando fondo» (dedicada al Fondo Monetario Internacional) y “Hawaiian II”.
Las Viudas graban tres discos: “Viuda e hijas de Roque Enroll”, en 1984; “Ciudad catrúnica” en 1985 y “Vale cuatro” en 1986. Las producciones llegan a vender más de 300.000 copias. A eso se suman tres álbumes recopilatorios entre los años 90 y los 2000.
Incluso, en 2014 tres de las integrantes originales se juntan a grabar nuevas versiones de sus clásicos, en el LP «Perlas y diamantes».
Marca indeleble
Las Viudas lucen vestimentas multicolores y marcan a toda una generación de adolescentes que las siguen y copian en todo. Arrastran multitudes hasta su definitiva separación a fines de los 80, pero cuando se reúnen por primera vez en 1995 las entradas se agotan varios días antes. Quedan para siempre en el recuerdo como un símbolo de una época y de un estilo que alcanza un intenso furor.
Federico Moura y Pipo Cippolatti, con Virus en su primera etapa y Los Twist respectivamente, constituyen las cabezas más visibles de esta música lúdica en Argentina, que –sin duda- marca tanto como el rock y el pop más elaborado, porque prodigan de ironías, sarcasmos y giros entretenidos una música que muestra cierta tentación por caer en la gravedad.
La muestra de esa marca indeleble es que cada vez que esos grupos se presentan por estos días (tras su muerte en 1988, Federido Moura es reemplazado por su hermano Marcelo), son seguidos con pasión y nostalgia por aquellos que frisan los 40 o los 50.
María Gabriela Epumer es también un baluarte de orgullo aborigen. Con su belleza occidental y su talla de modelo ideal, bien puede esconder o simplemente ignorar su pasado indígena, pero no es así. Participa activamente en variadas actividades de reivindicación, pues su tatarabuelo fue el cacique indio ranquel Epumer, un destacado personaje de la historia argentina.
A mediados de los 90 se asocia con Fernando Samalea, el baterista de Charly, para crear el proyecto Montecarlo Jazz Ensamble, en el que fue compositora, productora y gestora de un trabajo en el que más de medio centenar de músicos locales de diferentes estilos grabaron dos volúmenes de un LP que fue a total beneficio de la Comunidad Aborigen Argentina.
La hija de la lágrima
Al cerrar su etapa con las Viudas, Epumer se suma a la banda de Fito Páez tocando en “Corazón Clandestino” (1986), uno de sus más famosos temas y uno de sus más logrados LP´s.
También a finales de la década de los 80, forma parte de la agrupación que acompañaba a Sandra Mihanovich y Celeste Carballo (de quien María Gabriela es sobrina), un duo que tuvo mucho éxito en el público argentino y que también goza de atractivo para Chile, donde se mezclan varios elementos: una muy buena música, letras impecables (propias y de grandes poetas como Mario Benedetti) y la relación entre ambas artistas, que supera los límites de los escenarios.
En 1992, Epumer toca junto al más grande poeta del rock argentino, Luis Alberto Spinetta, participando en el disco “Pelusón of milk”. El particular título del disco del “Flaco” no debe extrañar, ya que desde la época de Almendra, Invisible o Pescado Rabioso (las primeras bandas que lidera), siempre los nombres de sus producciones fueron un tanto freaks, como por ejemplo “Durazno sangrando” (1975), “Los niños que escriben en el cielo” (1981) o “El jardín de los presentes” (1976).
El momento en la vida profesional que más trascendencia le trae a Epumer, en todo caso, aún no llega. Ocurre a mediados de los 90, cuando comienza a trabajar junto a Charly García en el disco más incomprendido y radical del extraordinario músico argentino: “La hija de la lágrima”, en 1994.
Era el tiempo en el que Charly sale más en las páginas policiales que en las de espectáculos. Y quizás porque es una etapa de tanto reviente para García, la relación con la guitarrista es excelente desde el minuto inicial. Se complementan a la perfección, pues el talento irreverente de Charly calza justo con la calidad y calidez de Epumer.
Además de “La hija…”, Epumer es partícipe de toda la época “Say no more” de García, que incluye los LP´s “Cassandra Lange”, de 1994; “Hello”, de 1995 (el disco umplugged que Charly graba para MTV en Miami, y en el que deja para la posteridad varios de sus innegables clásicos, con un claro protagonismo de la guitarrista); “Say no more”, de 1996; “El aguante”, de 1998; e “Influencia”, de 2002, más varios otros trabajos, como el efímero regreso de Sui Géneris a comienzos de la actual década y un disco que Charly hizo junto a Mercedes Sosa.
Miss Say No More
La relación con Charly estuvo siempre marcada por los extremos. Un periodista le preguntó una vez si no sentía que era la persona que contiene al músico, lo que ella niega terminantemente.
“Es más, siento que él me contiene. Siento que su presencia me protege, como mi papá. Si está él, está todo bien. Tal vez lo contenga, pero no creo que tanto como se supone”, dice esa oportunidad. No es una pregunta fácil, Epumer ficha en el planeta de García en una de sus épocas más complicadas, pero sabe siempre ganarse el respeto.
“Nuestro momento más difícil fue cuando estábamos presentando ´La Hija de la Lágrima´. Uno siempre tiene la fantasía de salvar a alguien. Charly es grande y él ha elegido lo que ha hecho con su vida. Cuando entendí eso, pude despegarme y dejar de sufrir. Eran épocas en que él era un huracán y yo hacía muy poco que tocaba en la banda. Fue una etapa difícil. Otro momento molesto fue después de hacer el unplugged; Charly nos echó a todos. Pero se arrepintió y seguimos”, comenta en la prensa.
De hecho, siguen de tal forma que Charly alcanza a entregarle el mejor de sus piropos: la nombra Miss Say No More cuando en el verano de 2003 toca en el Festival de Viña del Mar, Chile.
Epumer, prestándose siempre con gracia a las locuras de García, desfila en el escenario provocando la alegría del músico quien, con ese simple hecho, le demuestra todo su cariño y afecto. Para Charly el concepto “say-no-more” es pleno sinónimo de “perfección”.
Paralelo a todo el torbellino musical, creativo y vivencial con Charly García, Epumer no abandona su proyecto independiente y forma la banda A1 con Miguel Bassi en bajo, Matías Mango en teclados y Damián Cantilo en batería.
Alcanza a editar la nada despreciable suma de cuatro discos: «Señorita Corazón» en forma independiente en 1996. Luego, en el año 2000, graba «Perfume», con presentaciones en Argentina, Estados Unidos y Brasil; en 2003 es el turno de «Pocketpop», que contiene dos temas, un track interactivo y una lata de betún como envoltorio. Y por último, también en 2003, sale a la luz «Compilady», una contagiosa selección de rarezas, versiones electrónicas de algunas canciones, remixes y temas nuevos.
Los ojos cerrados…
A mediados de junio de 2003 se siente mal de salud, luego de un recital que da en la provincia de La Pampa. Por los síntomas, en principio se diagnostica una gripe fuerte, nada más, pero como su estado no mejora se hacen estudios médicos más sofisticados que entregan buenos resultados.
Sin embargo, sólo dos días después, el lunes 30 de junio, su novio la lleva ya desvanecida al Hospital Francés de la Capital Federal, donde fallece pasado el mediodía debido a una congestión agravada por un edema pulmonar.
Su muerte causa una enorme pena en todo el ambiente, pues luego de haber formado parte de la historia de casi todos los grandes músicos del rock argentino, ya parecía estar lista para alcanzar su propio reconocimiento musical masivo.
María Gabriel Epumer rompe con el estereotipo de la figura de rock, ya que cultiva un perfil bajo, alejada siempre de cualquier escándalo, practicante de yoga y vegetariana.
Eso de sexo, drogas y rockanrol no cuaja con una profesional metódica, rigurosa, perfeccionista. A escasos días de cumplir cuarenta años, cierra sus ojos de la misma manera que lo hace en sus comienzos por miedo a enfrentar al público, ese mismo que nunca la ha olvidado.
(Desde Buenos Aires, Argentina)