El papel de China en el escenario global de hoy: Una breve aproximación al comunismo pragmático

En los rucos de las costas de la región de Antofagasta se vive una lucha cruenta por un recurso marino que hasta hace algún tiempo muy pocos conocían. Todo cambia desde que China utiliza ese elemento en la producción de cosméticos.

Se trata de la extracción de huiros, que en el norte del país implica una verdadera “fiebre del oro”. Grupos de chilenos y peruanos viven su propia Guerra del Pacífico por apoderarse de las preciadas algas. En algún momento el kilo se estuvo pagando a casi $500, por lo que una buena jornada implica ganancias cercana a los $300.000.

Los rucos son campamentos que se arman en precarias condiciones cerca de la costa. La pelea por los organismos marinos lleva a que se formen como poblaciones marginales, en muy malas condiciones físicas y sociales, tratando de ubicarse cerca del recurso, más allá de la ley.

La legislación señala que sólo es posible recoger algas varadas en la costa. Sin embargo, el alto interés económico -y los mecanismos de poder que se generan en los lugares- hacen que la demanda sea voraz y con escasos límites. Tal vez sólo la pandemia pudo haber puesto algún coto en esa dinámica.

Los huiros se cortan de raíz desde las profundidades marinas con unos chuzos llamados “barretas”, lo que –además- genera evidentes consecuencias en el ecosistema. Los grupos rivales entre chilenos y peruanos -por ejemplo- se disputan territorios y cuotas de extracción, que superan las cinco toneladas por persona cada mes.

El caso sirve para ejemplificar el complejo peso de China en la dinámica global de hoy. Un recurso que se necesita a casi 20.000 kilómetros de distancia del gigante asiático genera un conflicto de insospechadas consecuencias.

Es lógico pensar que eso se puede multiplicar en muchos puntos del mundo, cada uno con sus propias dinámicas.

Comunismo pragmático

Hay una anécdota sobre el gigante asiático que tiene elementos de física y astronomía. Dice que si alguna vez todos los chinos se pusieran de acuerdo y saltaran al unísono, lograrían variar la órbita de la tierra.

Cierta o no, la imagen es una buena metáfora para tratar de entender el real peso de China en el mundo de hoy. Un destino forjado hace poco más de cuadro décadas, cuando el líder comunista Deng Xiao Ping inicia en 1978 un revolucionario cambio de una sociedad cerrada y autárquica, a un país que –paradójicamente a su ideología- decide abrir su estructura económica. Claro, a su modo particular.

Los chinos superan el 1.300 mil millones de habitantes. Casi la quinta parte del planeta. Y cada año nace una cantidad similar a toda la población chilena. Se trata de muchos, demasiados, casi infinitos consumidores que a lo largo de treinta años han atraído a todas las grandes compañías del mundo, diciendo “presente” en uno de los pocos países que aún se declara comunista. Eso también alcanza en la actualidad a todo tipo de emprendimientos.

Especialmente desde los años 90, la sociedad china cambia permanente. La diferencia entre una amplísima zona agrícola atrasada y casi medieval frente a un área urbana menor, pero ultramoderna aún existe y todavía es evidente; sin embargo, se acorta cada año.

La constante industrialización, la generación de carreteras y la incesante construcción de cientos de edificios e infraestructura comercial, portuaria e inmobiliaria son algunas de las cosas que tiene a China como el motor del mundo.

Si bien para muchos el hecho puede ser una gran sorpresa, considerando el contexto ideológico en el que todo esto ocurre, lo cierto es que las cosas sólo están volviendo a la normalidad.

El despertar del gigante dormido 

El economista español Javier Santiso plantea a mediados de la década anterior -en un esclarecedor artículo de la revista estadounidense Foreign Policy y desde su posición, en ese entonces, de experto de la Ocde- que hasta comienzos del siglo XIX China acapara más de un tercio del PIB mundial, lo que ya a esas alturas convertía al país de casi 10 millones de kilómetros cuadrados en el centro del planeta.

Así, lo que ha estado ocurriendo –entonces- es un ajuste y un resurgir desde una posición de latencia. Ya Napoleón lo planteaba cuando observaba a China en el mapa: “Ahí yace un gigante dormido. Para cuando despierte, moverá el mundo”.

En pleno siglo XXI el sueño del león mandarín claramente termina. Y desde la apertura de su economía en 1979, China exhibe crecimientos anuales sobre el promedio mundial y con sus millones de habitantes se transforma en un importantísimo faro global.

Si bien lo paradójico es que una China comunista pasa a la historia por privatizar millones de empresas para ser considerada en el mundo como “economía de mercado”, lo cierto es que la clave de su éxito se basa -sobre todo- en que durante décadas también invierte en las personas, especialmente a través de una educación superior particularmente moderna y de altísima calidad.

¿Y cómo vamos ahí?

América Latina se ubica como una zona privilegiada en la perspectiva china, ya que ofrece un amplio abanico de recursos naturales y productos agrícolas que Beijing requiere para sostener su crecimiento, además que diversifica sus abastecedores y no genera dependencia (esquema que se facilita si sólo adquiere alimentos en Estados Unidos y petróleo en el Medio Oriente).

Esta nueva realidad le permite a las naciones latinoamericanas –por su parte- contar como muy pocas veces en su historia con tres focos simultáneos de desarrollo comercial y financiero: Estados Unidos, Europa y China. Además de acceso diverso a créditos y fuentes de ingreso.

Lo interesante es que desde un perfil de ventas de productos agrícolas y materias primas, la región avanza cada vez más hacia negociaciones comerciales sofisticadas, con un claro matiz ligado a emprendimientos e innovación.

Desde octubre de 2006, Chile disfruta de un Tratado de Libre Comercio que en menos de una década ubica a China como el socio comercial más importante en el mundo. De hecho, es el principal comprador de cobre nacional en el planeta.

0 Comments

Leave a reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*