Desde que encabeza el imperio de El Mercurio, a comienzos de los años 60, Agustín Edwards Eastman toma contacto con el Proyecto Chile de la Universidad de Chicago (Estados Unidos), a través del programa de intercambio Agency for International Development (AID), a cargo de los profesores Theodore Shultz y Arnold Harberger, considerado como el padre intelectual y gurú de los cerebros que tomarían el sector de Hacienda durante la dictadura de Pinochet.
La temprana idea del director de uno de los diarios más antiguos de América Latina es apoyar en Chile el surgimiento de un sistema político y económico cuyo corazón y motor no sea el Estado, sino que la iniciativa privada.
Para ello, el diario propicia a mediados de los años 60, la creación del Centro de Estudios Socioeconómicos (Cesec), la primera experiencia chilena de un think thank. En él forman parte economistas de la Universidad Católica que, bajo el Proyecto Chile, realizan cursos de posgrado en la Universidad de Chicago. Ahí aprenden un concepto nuevo: el neoliberalismo. Son los Chicago Boys que comienzan a empoderarse.
La primera esperanza para desarrollar la idea de El Mercurio en el país se vive bajo la administración de Jorge Alessandri, entre los años 1958 y 1964, en cuyo gobierno surgen conceptos como «tecnocracia» y «apartidismo». Bajo esa experiencia, se busca la toma de decisiones «gerenciales» sobre consideraciones «políticas», desarrollando -incluso- un claro discurso anti organizaciones partidistas. Si bien los conceptos económicos coinciden con la búsqueda que inicia El Mercurio, el ninguneo a los partidos políticos confunde en la derecha.
Por eso la administración Alessandri no es buena para el sector, en medio -además- de un contexto sociopolítico movido e intenso: los años 60. En tiempos de reformas, cambios y nuevos paradigmas, las urnas electorales le entregan el poder a la Democracia Cristiana, con un inspirado Eduardo Frei Montalva a la cabeza.
La experiencia significa en los hechos el fin de la «tecnocracia», pero El Mercurio apuesta a que el ala conservadora del partido que llega a La Moneda en 1964 pueda ir abordando los nuevos conceptos económicos surgidos en Chicago y que resultan atractivos para la élite a cargo del diario.
Economía y Negocios
La nueva doctrina económica del Cesec se basa en que –como señala un texto del Harberger- “nada, absolutamente nada, debe interferir en la determinación de los precios (…), ya que si no hay interferencias en el mercado, los valores alcanzan un estado de equilibrio, una especie de nirvana económica sin inflación, alto desempleo o recesiones”. Lo básico es la menor “intervención humana” (o exógena) posible. Hasta los bancos centrales son mal mirados por esta teoría.
A la sazón, en Estados Unidos y en todo el ámbito occidental, se agradece la intervención pública del Estado al estilo keynesiano que -por ejemplo- ayuda a aliviar las penurias de la Gran Depresión del año 1929. La Universidad de Chicago –según relata en un libro el investigador estadounidense Harry G. Johnson- es una de las pocas a las que le preocupa el “despotismo keynesiano”, que – a sus ojos- es una expresión alternativa de socialismo.
El Mercurio, en un lejano país llamado Chile, pensaba lo mismo y observaba que ese “despotismo” se venía venir en cualquier momento. El fin del gobierno de Frei Montalva y la campaña para las elecciones de 1970 encienden todas las alarmas en El Mercurio. En su cuarto intento por llegar a La Moneda, las encuestas revelan que el socialista Salvador Allende tiene serias posibilidades de ganar. En rigor, es que lo finalmente ocurre.
Ante eso, través de sus empresas como Lord Cochrane (considerada una de las grandes editoriales de América del Sur), El Mercurio crea revistas como PEC, Portada y Qué Pasa, desde las cuales aportilla constantemente el sistema económico de Allende y artículos surgidos desde las plumas de Sergio de Castro, Miguel Kast, Arturo Fontaine, Cristián Zegers, Gonzalo Vial Correa, Pablo Baraona, Emilio Sanfuentes y Ricardo Claro, entre muchos otros, entregan constantes argumentos en favor de una economía neoliberal y de un orden político más férreo.
Todos ellos luego van a ocupar prominentes espacios de poder durante la dictadura, ya sea en el gobierno o en puntos empresariales estratégicos.
El propio matutino se suma a la “cruzada” a partir del año 1968, creando el Cuerpo B de Economía, en cuya dirección editorial Agustín Edwards Eastman ubica a destacados economistas del Proyecto Chile como Álvaro Bardón, en los primeros tiempos, y Joaquín Lavín, en los años 80.
El descuartizamiento de Chile
Marzo de 1973, días antes de las cruciales elecciones parlamentarias. Un cuerpo descuartizado se halla en las afueras de Quilicura. De manera extraña, El Mercurio toma el caso con grandes titulares y le da un amplio seguimiento, en las mismas páginas donde habla sobre el gobierno de Allende.
Los trozos del cuerpo descuartizado se van encontrando durante casi un mes y el diario incluye la noticia en la misma página en que se lee “Investigan posible tráfico de carne humana”. En el último párrafo de la crónica dice “la policía piensa que la procedencia de esta carne es del descuartizado”. Algunos días después el matutino señala “Dueña de casa compró longanizas de carne humana”.
El ejemplo es uno de los muchos que incluye el profesor de Filosofía y Ciencias Sociales de la York University de Canadá, el chileno Claudio Durán, en su libro “El Mercurio: Propaganda de agitación, Agosto de 1972/ marzo de 1973” (Cesoc, 1995). La investigación analiza la imagen angustiosa del mundo que entrega el matutino en ese período, “estableciendo –a través de mecanismos de yuxtaposición de informaciones- una relación evidente entre violencia y marxismo”, comenta el académico.
Con ello se ve que el diario de la élite no deja instrumento sin tocar. Paralelo a este tipo de acciones psicológicas, también lleva a cabo otras más pueriles. Como el acceso directo a la misma Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (más conocida por sus siglas en inglés CIA) para coordinar acciones de hostigamiento al gobierno de la Unidad Popular (UP).
Según relata Peter Kornbluh, director del área Chile del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington, “la evidencia es clara. Agustín Edwards es una de las personas más involucradas como conspirador y colaborador de la CIA y los militares. Tenemos los documentos para probarlo”.
En su libro “Pinochet: Los archivos secretos” (The New Press, 2004), analiza archivos desclasificados de la agencia estadounidense. En septiembre de 2013 presenta su investigación en Chile, oportunidad en que también da en una charla en la Universidad Alberto Hurtado.
Otro investigador estadounidense, Ken Dermota, señala en su libro “Chile inédito” (Ediciones B, 2002) que la CIA dona casi US$2 millones de la época a El Mercurio, como una forma de paliar los requerimientos económicos para enfrentar al gobierno de Allende.
El dinero se entrega luego de lo convincente que resulta para el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, el testimonio de Agustín Edwards Eastman en torno a la amenaza que significa el triunfo de un marxista en las urnas populares.
El director de El Mercurio se va a Estados Unidos semanas antes del triunfo de la UP y trabaja como vicepresidente de la Pepsi Cola, junto a su amigo Donald Kendall (presidente de la compañía). El empresario tiene una estrecha relación con Kissinger, ya que había sido un destacado cliente de la oficina legal del entonces secretario de Estado. Esos nexos permiten que las relaciones de Edwards asciendan rápidamente en Estados Unidos, llegando hasta la propia CIA.
El documental “El diario de Agustín” (2008), de Ignacio Agüero y Fernando Villagrán, da cuenta de varios pecados de El Mercurio en dictadura. Aunque ha sido censurado y no exhibido en TVN y en ARTV (existiendo un contrato de por medio, que no se cumple), tiene amplia repercusión en redes sociales, en festivales y algunos canales de pago el del Senado.
“Una cosa es manejar poca información y otra es participar en montajes, encubriendo crímenes”, señala Fernando Villagrán.
Uno de los casos analizados por el trabajo audiovisual es el de Marta Ugarte, dirigenta comunista asesinada en Villa Grimaldi. Es la única vez que un cuerpo lanzado al mar reaparece en las costas. Ocurre en septiembre de 1976, cerca de Los Vilos. La situación es brutal: por un mal manejo al amarrar el cadáver, el cuerpo sale a flote. “Frente a eso, la Dina necesita periodistas para que desinformen y no se generen sospechas”, explica Villagrán.
¿La solución? Se hace aparecer el asesinato de la mujer de 42 años como un crimen pasional de una bella joven de 23. Para ello se lleva a periodistas al lugar y se les señala qué deben contar. “El caso es presentado a la opinión pública en las páginas de los diarios de la cadena mercurial. Sin embargo, a pesar del daño producido en el cuerpo de la mujer, muchos familiares y amigos logran reconocerla”, cuenta el director.
Otro de los casos citados en el documental es la “Operación Colombo”. 119 personas son detenidas por organismos de seguridad en 1974 y su paradero aún se desconoce. En su mayoría eran jóvenes (incluso diez son menores de edad). Para ocultar sus desapariciones, se crea un montaje internacional a través de supuestos diarios en Argentina y Brasil en los que se publican listas con los nombres de los detenidos como si se tratara de una vendetta entre ellos en territorio trasandino.
“Esos medios fueron creados sólo para dar la información falsa, tuvieron esa única edición, y en Chile fue la cadena mercurial la que le dio máxima cobertura. Incluso La Segunda pasa a la historia por su titular vergonzoso: Exterminados como ratones”, relata el director del documental.
Juan Carlos Chávez Pilquil, hijo del joven actor y estudiante de derecho Ismael Darío Chávez Lobos, detenido el 26 de julio de 1974 y luego desaparecido en el grupo de los 119, interpone una querella criminal en contra de Agustín Edwards Eastman como autor intelectual del delito de homicidio.
Sería la segunda vez que el director de El Mercurio enfrenta a la justicia. La oportunidad anterior fue por culpar a dos ciudadanos inocentes como los autores de los incidentes contra el Papa Juan Pablo II durante su visita a Chile. Iván Barra y Jorge Jaña, quienes fueron detenidos violentamente por la CNI el 9 de abril de 1987.
“Ese mismo día, bajo las órdenes del propio director, El Mercurio publica en su portada el titular Identificados los violentistas del PC en el parque, incluyendo las fotografías de los citados jóvenes. Ambos fueron torturados en un cuartel de la CNI durante diez días, hasta que los dejan en libertad, porque se comprueba que ni siquiera habían estado en el lugar”, señala Villagrán, ya que el caso se incluye en el documental.
Barra y Jaña interponen un recurso por injurias y calumnias contra el diario. Edwards dice que el ex vocero de la dictadura –Francisco Javier Cuadra- le había entregado la información con las fotos, pero el ex personero lo niega y señala que es la CNI la que entrega directamente el dato al director del diario. La investigación judicial determina que Edwards sea encargado reo, sin poder salir del país durante meses.
Es la economía, estúpido
De los diez expertos que crean “El ladrillo” -identificada como la «biblia» del sistema económico de la dictadura- ocho son hijos del Proyecto Chile o Chicago Boys criados bajo el alero de El Mercurio. Se preparan esperando un eventual triunfo de Jorge Alessandri en 1970, pero ello no ocurre y el documento debe ser guardado. El Mercurio se convence de que Allende se interpone en ese objetivo.
El texto es una crítica directa a las ópticas de la Cepal, organismo económico de las Naciones Unidas para América Latina. El documento es una aplicación perfecta de lo aprendido en Chicago y un muy buen resumen de lo planteado en las páginas de PEC, Realidad, Qué Pasa y el Cuerpo B de El Mercurio desde mediados de los años 60.
Ken Dermota cuenta que tras el bombardeo a La Moneda y luego del suicidio de Allende, “El ladrillo” es fotocopiado en El Mercurio (ubicado en ese tiempo en pleno centro de Santiago) y llevado a la Junta Militar durante la mañana del 12 de septiembre. Cada miembro recibe su copia. Había llegado el momento por el que tanto esfuerzo hizo El Mercurio. Para que el plan funcionara sin haber experiencia en ningún otro país, sólo era posible bajo una circunstancia: una dictadura.
Una pieza clave es la figura de Jaime Guzmán, quien desde el gremialismo configura el nexo político necesario para el planteamiento económico. Si bien ve con un dejo de desconfianza el “liberalismo” de las ideas de Chicago, es la toma de la Universidad Católica el año 1967 el hecho que logra unir estas partes disgregadas. El clásico cartel “Chileno, El Mercurio miente” marca profundamente a Agustín Edwards Eastman.
“Se dan cuenta cuál es el enemigo en común. El Mercurio se une al gremialismo porque tienen las mismas ideas. Fue un matrimonio mutuamente beneficioso”, apunta el fallecido empresario Javier Vial al investigador estadounidense Dermota.
No por nada, entonces, El Mercurio se transforma en permanente acogedor de prominentes nombres de este sector y que ocupan –además- importantes cargos públicos en dictadura. Sólo por revisar algunos nombres: Jovino Novoa (ex subsecretario y ex editor general), Joaquín Lavín (ex decano facultad economía Universidad de Concepción y ex editor de Economía y Negocios), Sergio Fernández (ex ministro del Interior y ex editor de las páginas editoriales), Hernán Felipe Errázuriz (ex canciller y editor de Opinión) y Francisco Folch (ex subsecretario y editor).
La lista se extiende a otros cercanos como Enrique Montero Marx (ex general de aviación, ex ministro del interior y ex asesor legal del diario); Hernán Cubillos (ex ministro de Relaciones Exteriores, padre de Marcela Cubillos); Alfonso Márquez de la Plata (ex ministro secretario general de Gobierno y del Trabajo); Alvaro Bardón (ex ejecutivo del Banco del Estado); Andrés Passicot (ex ministro de Economía); y Carlos Urenda (ex asesor de Carlos Cáceres en Hacienda y senador parlamentario de la UDI en varios períodos), entre muchos otros.
Los ventajosos créditos bancarios
La última muestra de aprecio recibida por El Mercurio de parte de la dictadura es en marzo de 1990, gracias a una eficiente ingeniería financiera que incluye operaciones de triangulación y endosos accionarios de las cuantiosas deudas que el diario acarrea con el Banco del Estado, las que fueron devueltas a las manos del diario de Agustín. Algo similar pasó con La Tercera.
Ambos medios reciben ventajosos créditos del banco estatal, cunde el temor de que al asumir Patricio Aylwin el gobierno de la Concertación pueda controlarlos. Semanas antes del cambio de gobierno, el entonces presidente del Banco del Estado, Álvaro Bardón, realiza las operaciones de salvataje. Todo queda entre amigos. Bardón se incorpora luego al directorio de El Mercurio.
Sin embargo, entre los amigos no siempre hay buenas vibras. Uno de los enemigos íntimos más evidentes del matutino es la llamada derecha liberal. Recordado es el hostigamiento del diario hacia Andrés Allamand en la elección senatorial del año 1997 frente a Carlos Bombal, verdadero «niño símbolo» de la UDI. Son los años de la clásica frase del actual ministro de Defensa: “Los poderes fácticos”. Después de su derrota ese año (sí, gana Bombal), Allamand realiza su “travesía por el desierto” y se va algunos años a Nueva York.
Los presidentes de la Concertación suman también varios desencuentros, aunque el diario no evalúa mal la gestión de la «centro-izquierda»: Eduardo Frei Ruiz-Tagle endurece cada vez más su discurso contra los medios escritos tras los antecedentes de la muerte de su padre y para muchos esos comentarios tienen destino conocido.
Ricardo Lagos, en tanto, le envía una fuerte carta en la que le señala a sus dueños: “He intentado lo mejor para Chile (…), pero el odio, la bajeza y la forma como su diario permanentemente ha tratado estos temas, creo que hacen que esté muy lejos de lo que dijera su abuelo. Ha terminado el suyo siendo un diario al servicio de la tribu que desea sembrar el odio a través de los que escriben su página editorial y la tribu de los que quieren atacar no importa por cuáles medios”.
El perdón de Edwards que nunca llegó
«La calle nos dio la certeza de que el reconocimiento del error era necesario. Los gobiernos y las instituciones deben reconocer, de alguna forma, que es preciso responder al clamor de las personas. De nuestra parte, es lo que hacemos ahora reafirmando nuestro incondicional y constante apego a los valores democráticos».
Así escribe en su editorial del día 31 de agosto del año 2013 el diario brasileño O Globo. El influyente medio de la clase acomodada decidió así pedir perdón por el apoyo otorgado a la cruel dictadura militar durante casi dos décadas.
En Chile, las comparaciones surgieron de inmediato. ¿Cuándo hará lo propio El Mercurio? Mal que mal, O Globo no sólo pidió perdón por el apoyo dado al golpe militar que en marzo de 1964 derrocó al gobierno de João Goulart, sino que también por el uso malicioso de la información y por servir muchas veces como simple vocero de las intenciones del régimen de facto. Cualquier parecido con nuestra realidad no es para nada casual…
El patio trasero de Estados Unidos comienza a estremecerse en los 60. Se produce la crisis de los misiles en Cuba, siguen algunas revueltas en América Central. Y en Chile surgen nuevas experiencias de izquierda, ahora saltando desde las clases más pobres a las clases medias. La Unidad Popular es un claro ejemplo de ello.
La figura de Allende remece la seguridad norteamericana en el Cono Sur, se transforma en el primer marxista del mundo en llegar al poder por las urnas. Estados Unidos decide que eso no puede continuar. No puede haber otra Cuba en su zona de influencia. No importa si el proceso en Chile es distinto y es con votos.
La derecha observa taciturna el ritmo de los acontecimientos. Y El Mercurio surge como el perfecto aliado para hacer frente a la compleja realidad. El quinto Agustín que ejerce el cargo de director en el diario familiar asume protagonismo para influir en los destinos de Chile.
Con él a la cabeza, comienzan los primeros contactos entre la Universidad de Chicago, la Escuela de Economía de la Universidad Católica y el gremialismo de Jaime Guzmán, desde cuyo núcleo surge la “necesidad” de un nuevo orden para el país.
1 Comment
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¿Cuál fue el papel del diario en la creación del Centro de Estudios Socioeconómicos (Cesec) en los años 60, y qué impacto tuvo esta iniciativa en la introducción del neoliberalismo en Chile? ¿Cómo contribuyeron los economistas de la Universidad Católica, conocidos como los Chicago Boys, a este proceso de empoderamiento y difusión de estas ideas económicas?
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