Aunque el libro «Las venas abiertas de América Latina» ganó el premio Casa de los Américas en 1971, sigue siendo hasta hoy un libro de consulta para quienes quieren entender una región compleja como la nuestra. Sigue, por cierto, ubicándose también en la cabecera del pensamiento de izquierda en el continente.
La publicación plantea, básicamente, cómo -a juicio de su autor, el investigador Eduardo Galeano- las riquezas naturales de la región han sido explotadas por las élites y las potencias extranjeras, en detrimento de las grandes mayorías.
Más de cuatro décadas después de su éxito, el propio Galeano enfrentó con valentía todo lo que significó el libro para él: «No me arrepiento de haberlo escrito, pero es una etapa que, para mí, está superada», dijo poco antes de su muerte, el lunes 13 de abril de 2015, hace dos años.
La frase causó estupor en muchos de sus seguidores y rápidamente fue presa de manipulación en la prensa globalizada. «Galeano se arrepiente de Las venas abiertas», fue la gran noticia por todos lados.
Sin embargo, lo que el escritor hizo fue algo coherente con su literatura, con el ojo que siempre trató de poner en práctica: la realidad es dinámica, cambiante. La naturaleza tiene verdades eternas, pero el ser humano es una especie que debe irse adecuando; no debe olvidar su pasado, pero debe aprender de él.
Claramente, y mucho más allá de los interesantes puntos de vista planteados en «Las venas abiertas…», Galeano fue la voz de la memoria en un continente embelesado por los espejos. Se centró en recuperar la forma de entender el mundo de las culturas aborígenes, que es -a su juicio- hacia donde las sociedades latinoamericanas deberían mirar y aprender, dejando de perder el tiempo esperando soluciones ajenas.
El mayor planteamiento de Galeano no está en el libro que ganó el máximo premio cubano en 1971. Aunque, hay que reconocerlo, muchos de sus seguidores cometen el error de reducirlo sólo a ese título. La mayor herencia del autor uruguayo está en toda la literatura que rescató el inconsciente colectivo, el pasado que no se quiere reconocer y cuya sabiduría es más potente que cualquier tarjeta de crédito o política de Estado.
Otro otro pilar en el que Galeano centró su pasar fue la conciencia en torno a las paradojas de la historia, en un continente pródigo de ellas. En junio de 2008, el grupo de países que conforman el Mercosur lo distinguió con la primera versión del Ciudadano Ilustre de América Latina.
En la oportunidad, Galeano compartió el caso de una líder boliviana exiliada por los militares en Europa, que una vez le comentó al escritor con emoción lo agradecida que estaba de los suecos que le brindaron asilo, pero que -por otro lado- le daba tanta pena verlos.
“¡Tan solos que estan! ¡Bebiendo solos, comiendo solos, hablando solos! Me dan ganas de decirles júntense, júntense”. Y Galeano recalcó: “¡Cuánta razón tiene! Porque, digo yo: ¿Existen los dedos si no se juntan en la mano? ¡Juntarnos! Y no sólo para defender el precio de nuestros productos, sino también para defender el valor de nuestros derechos», destacó al recibir el premio.
Subrayando la necesidad del continente por asumirse con una fuerte y sólida historia detrás, Galeano planteaba que «la primera etapa necesaria para que estas tierras recuperen el olvidado orgullo de ser ellas mismas, es acabar con esta práctica que hemos llevado adelante con tanto entusiasmo durante siglos, trabajando tan fervorosamente por nuestra propia perdición, creyendo que todo lo bueno viene desde arriba y viene de afuera. En vez de eso, deberíamos aceptar lo que la realidad nos dice cada día: que lo que de veras vale la pena, viene de adentro y suena desde abajo».
Una tercera parte en los reales pilares de la literatura de Galeano es el fútbol. «Los niños cuando juegan a la pelota no tienen la finalidad de la victoria, quieren apenas divertirse. Por eso, cuando surgen excepciones como Messi y Neymar son para mí unos verdaderos milagros en el deporte de hoy», dijo en una entrevista.
Para el escritor, “este deporte se parece a Dios en la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”.
Sus textos, su profunda voz, forman hoy parte del viento, que -por lo demás- él mismo se esforzó en dar a conocer. Más allá de «Las venas abiertas de América Latina», Galeano realmente resopla en textos como «Memorias del fuego», «El libro de los abrazos», «Las palabras andantes», «Patas arriba: Escuela del mundo al revés» y, por supuesto, «El fútbol a sol y sombra».